"Una palabra llama a otra,
la seduce, le tiende trampas, pero no
siempre el verso se constela. Felizmente,
casi nunca ocurre la precipitación
del poema, o quizá uno se las
ingenia para que no siempre ocurra.
Intuyo que esto sucede cuando interfieren
elementos que no armonizan
entre sí en algún fondo desconocido,
inasible. Puede ser que por falta de
atención la ráfaga no se fije en la memoria
consciente. En otras ocasiones
la voz llama con intermitencia en
cualquier momento, en todos los
momentos, incluso en el servicio higiénico,
en el autobús, haciendo el
amor, volteando la esquina equivocada,
trasponiendo el umbral de
cualquier edad bajo la lluvia, ante un
árbol rociado con las luces rojas del
crepúsculo. Y se torna pertinaz el aullido
sin abecedario o el llamado desde
toda la lengua. Y al fin, en medio
de camaretas y cohetes sensibles se
produce la significación en el verso
que ilumina la diferencia, la humana
identidad, hecha con el poder de natura
que fluye hacia el alumbramiento
con júbilo de unidad primigenia,
pero también con palabras insustituibles
e indispensables silencios, bajo
los devaneos de la embriaguez de
alguna certeza. Unas veces se configura
con la invisibilidad y otras, con
la voz desnuda del lenguaje, siendo
ambas conjetura y presencia en cualquier
tiempo. No hay medias tintas:
se trata de la vital aventura de la poesía,
de la encarnación del ser en la
palabra, jugando a ser otro ¿para ser
él más mismo? ¿Para ser espacio escénico
ilusorio, hecho con rasgos de
sueño real y restos de vigilia inverosímil?
¿Dramaturgia sin sujeto definido,
donde el ser conspira contra el
orden social o divino? ¿Embrujo, artificio,
probabilidad perpleja? ¿Cábala
que se muestra sin que el enigma
sea descifrado?"