Alias lumbre de acertijo

(Mono-diálogo de atestiguar y testar).

¿Cuándo se juzga que el hombre ha llegado
 al momento de poner en ejercicio su razón?
Eugenio Espejo.

 

Me río de haber amoldado mis nalgas al asiento

junto al candil toda la vida escribiendo y leyendo libros

de saber con cuántos silencios enfrutece la palabra

cuál el volumen el adarme la digresión tersa

dentro de un paréntesis de mi sujeto estratégico

sus camuflados pronombres nones

y el segmento de sombra

en su plural para no despertar sospechas

 

se diría que es mucho lo que río a vista ajena

pero muy más es lo que a solas río

ante esta mesa sostenida por tiempos desiguales

 

¿soy ladino? bien

me asumo ajado mofado humillado malherido

por la cabriola ordenadora de todo lo esquilmable

succionable dominable explotable rapiñable

 

riéndome aprendí

a desaprender los paradigmas aprendidos

 

soy el personaje y la persona

el uno es la otra siendo distintos simultáneos

y no se sabe dónde empiezan sus diferenciados indicios

ni dónde se esconde el escorzo de disimulo de ambos

 

si el personaje–yo es pupila con arraigo

la persona es monólogo enfermo de vasallaje

y de política insuficiencia

 

si el personaje posee dosis de conspiración para perdurar

la persona se llama trizaduras añicos

vibración despojada de su hojaldre azogado y doloroso

 

si el personaje rubrica con pulsiones de mi puño y letra

ante el cotilleo de pelucas inquisitorias

es hacedor de símbolos la persona

que odia todas las formas de odio

implicando ésta del asaz pugnaz

la del agredido ingiriendo

la del indignado incluyendo

 

lo que no se transformó en demonio

pertenece al umbral de incertidumbre

ni más ni menos.